El miedo

El miedo es una emoción. Se encuentra dentro de las seis emociones primarias: alegría, sorpresa, tristeza, ira, asco y miedo. Nuestro sistema nervioso está programado para sentir esta emoción. Se trata de un mecanismo de supervivencia que nos alerta. Su misión es la de protegernos tanto de un modo físico como psicológico; nuestro cerebro nos quiere vivos. El problema aparece cuando convivimos con miedos disfuncionales. Nos generan una sensación de angustia provocada por un peligro real o imaginario. La gran mayoría de los miedos son adquiridos por aprendizajes asociativos: condicionamiento clásico, condicionamiento operante u observacional. 

Esta emoción suele provocar una respuesta de lucha, huida o parálisis y unas reacciones propias del estrés: respiración más rápida y superficial, aceleración del ritmo cardíaco, dilatación de las pupilas, sudoración, niveles más elevados de glucoproteínas en la sangre y cortisol, liberación de catecolaminas, (adrenalina o epinefrina y noradrenalina o norepinefrina.), temblor, embotamiento… 

El miedo agudo y sostenido en el tiempo produce cambios o en la bioquímica cerebral y modificaciones en el trazado de los circuitos neuronales. Pudiendo llegar a causar algunos problemas para la salud. 

Uno de los últimos estudios realizado por neurobiólogos de la Universidad de California en San Diego han identificado los mecanismos del miedo: 

- Las neuronas implicadas dejan de producir un neurotransmisor, el glutamato. 

- Éste deja de excitar a las neuronas a las que está conectado. 

- Dicha modificación provoca que las neuronas inicien la producción de GABA (ácido gamma-aminobutírico). Es un neurotransmisor inhibitorio. Actúa como un freno para el Sistema Nervioso Central, reduciendo la actividad neuronal excesiva. 

- Esta variación produce el miedo. Si se impide la aparición del GABA, el miedo no aparece. El estudio fue capaz de demostrar las conexiones de este tipo de neuronas con la amígdala central y el hipotálamo lateral. Regiones que ya sabíamos que se relacionaban con la generación de respuestas de pánico. 

 

Bases fisiológicas del miedo. 

El cerebro humano es un órgano tremendamente complejo. Posee más de 100 millones de células nerviosas (neuronas) que conforman una intrincada red de intercomunicaciones. Algunas de estas comunicaciones nos llevan al pensamiento, otras a las acciones conscientes y otras a respuestas autónomas. El miedo es una respuesta autónoma. 

Son muchas las áreas cerebrales implicadas en el miedo. Éstas son las más importantes: 

- La amígdala. Es la estructura principal del sistema límbico. Se sitúa en la zona media del lóbulo temporal. Su tamaño es pequeño, del tamaño de una almendra. Actúa como un sensor de alarma y procesamiento de la emoción. Se relaciona con la conducta social, la agresividad y la evaluación de riesgos. Analiza los estímulos y, al detectar un peligro potencial envía a otras áreas cerebrales una activación que desencadena respuestas fisiológicas de alerta, huida o parálisis. 

- Corteza prefrontal. Entre otras muchas funciones ejecutivas de esta zona de los lóbulos frontales (control de la atención, inhibición de la conducta, flexibilidad cognitiva, memoria de trabajo, fluidez verbal, velocidad de pensamiento, planificación, organización, toma de decisiones, monitorización de tareas, iniciativa), también se encarga de la regulación y el control del miedo. Modera las reacciones automáticas que provienen de la amígdala. 

- La corteza prefrontal dorsolateral participa en el control cognitivo de la emoción y modula la respuesta fisiológica. 

- Ínsula de Reil. Región profunda y oculta de la corteza cerebral ubicada en el fondo de la Cisura de Silvio. Juega un papel crucial en la integración de las emociones, los estados corporales o interocepción y los estados cognitivos. Se vincula con la interpretación subjetiva que damos a las emociones. Recurre a las señales corporales que se están produciendo en respuestas a esa alerta. 

- Hipocampo. Área inherente para la memoria. Relaciona los estímulos con experiencias pasadas. Hecho que le permite al cerebro reevaluar el grado de peligrosidad de la situación. 

- Corteza cingulada anterior. Involucrada en la experiencia subjetiva de la ansiedad y el aprendizaje que realiza la persona en relación a todas las conductas de escape y evitación frente a la menaza. Hecho que en innumerables ocasiones perpetúa e incrementa el miedo, la ansiedad, angustia, los pensamientos intrusivos y la rumiación. 

Recomendaciones. 

Hay que explorar las causas o motivos del miedo para poderlo entender mejor; eso nos ayuda a desmitificarlo. 

Evitar aquello que nos da miedo, lo acentúa. Si no se interviene sobre él, el miedo produce más miedo. Es el miedo al miedo. 

Las fobias, los traumas no resueltos son muy incapacitantes ya que permean muchos otros aspectos de la vida. En estos casos “hace que no podamos vivir la vida sino que la vida nos vive a nosotros”. 

Cuando los temores y los recuerdos traumatizantes no se reorganizan a través del lenguaje y la terapia cognitivo-conductual, lo hacen a un nivel más primitivo; lo realizan a través de la memoria sensorial, emocional, somática y física. 

Para algunos terapeutas el miedo y la traumatización se valoran como un defecto en la capacidad de integración de dichas experiencias. 

En terapia también nos planteamos devolver el pasado al pasado; ello nos ayuda a racionalizar las experiencias traumáticas y a comenzar a vivir nuestro presente.

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