MENTIR

     Es común que los niños puedan mentir de vez en cuando. Lo pueden hacer para controlar una situación o cambiar un hecho. Pueden hacerlo para llamar la atención, sentirse protagonista, ocultar un hecho que consideren vergonzoso, no asumir responsabilidades, evitar consecuencias, para ser aceptado …

     Los más pequeños suelen mentir sobre algo que les gustaría que fuera diferente, cierto o más emocionante. La mentira en estas edades no suele ser muy preocupante y posee tintes confabulatorios. A estas edades, este hecho forma parte del período evolutivo.

     ¿Qué habilidades precisan para mentir? Para que los más pequeños puedan mentir precisan tener desarrolladas, entre otras capacidades, la habilidad de comprender que los demás tienen estados mentales distintos a los propios. Es decir, engañar implica el manejo de “La Teoría de la Mente”. Por otro lado, van desarrollando el autocontrol e inhibición ya que para poder preservar una mentira se requiere la inhibición de señales delatoras del engaño como gestos faciales, tono de voz y manejo de la mirada interpersonal.

     Según la etapa de desarrollo la mentira va evolucionando:

- Menores de 3 años. Su lenguaje expresivo y comprensivo es limitado por lo que mentir suele ser infrecuente. Poseen un pensamiento sincrético.

- De 3 a 5 años. Entra en escena el pensamiento mágico, el animismo y la fantasía. Son capaces de decir mentiras y distorsionar la realidad. Su pensamiento es simbólico y trasductivo. (va de lo particular a lo particular)

- De 5 a 9 años. Alteran lo sucedido para obtener beneficios o esquivar un castigo. Son capaces de eludir responsabilidades y la narración es más creíble. Posee mayor flexibilidad su pensamiento. Este es más operativo. Son capaces de organizar sus ideas de modo secuencial 

 - De 9 a 12 años. Su capacidad de abstracción ha aumentado tanto de modo cuantitativo como cualitativo. Las mentiras son planificadas y estructuradas. Están intencionadas y poseen un fin claro. Su pensamiento es más lógico y jerárquico.

     A partir de estas edades su razonamiento es más hipotético-deductivo y abductivo.

     Los adolescentes pueden mentir para proteger su intimidad u ocultar problemas más serios. Tienden a traspasar los límites como parte de la búsqueda de independencia y de construcción de su identidad.

     Si sus experiencias vitales son traumáticas, la mentira puede convertirse en una estrategia de seguridad frente a un entorno inseguro y hostil. Deben saber que existen alternativas a mentir. La mentira le permite una distancia emocional segura.

     Haber recibido normas contradictorias y tener modelos de adultos que mienten no les ayuda a establecer un modo de proceder congruente.

     Los niños que tienen algún problema con la gestión de las emociones, de autocontrol o autoestima, control inhibitorio o ciertas dificultades relacionadas con las funciones ejecutivas pueden presentar en algunos momentos dificultades para estructurar su pensamiento y da lugar a que narren hechos que no son verídicos en su totalidad.

     Es habitual que quieran explorar nuevas situaciones, necesiten más atención, dedicación y aprobación, sientan miedo al castigo o rechazo o bien, imiten a los adultos cercanos o personas de referencia o autoridad que de modo asiduo falten a la verdad.

     En edades muy tempranas no diferencian con claridad la diferencias entre la realidad o la fantasía y pueden llegar a confabular los hechos. La curiosidad también los puede llevar a probar este comportamiento y esperar a ver qué sucede.

     Durante la infancia y adolescencia la presión social se puede sentir de un modo más cercano e intenso por parte de los compañeros y amigos, llegando a mentir para cumplir las expectativas que los demás les anticipan.

     Cuando la mentira es interesada o bien posee cierta elaboración intencionada, padres educadores y adultos responsables deben intervenir con firmeza e indicar que la verdad, honradez y confianza son claves para construir la arquitectura de la personalidad madura.

     En una sociedad que mira hacia fuera, que da más valía al continente que al contenido, que acepta verdades a medias y que recurre al engaño como una forma de sobrevivir y obtener beneficios, la tarea es ardua.