Negligencia Parental

La negligencia parental es un tipo de maltrato de los padres (tutores o cuidadores primarios) hacia los hijos por una falta significativa de su cuidado en sus necesidades básicas o una pésima gestión de las mismas. Para que sea considerada negligencia parental ha de ser mantenida en el tiempo. También será considerada como tal cuando sea un episodio aislado, pero de una gravedad considerable.

Los más pequeños son absolutamente dependientes de sus padres y cuidadores y poseen una serie de necesidades tanto a nivel fisiológico, psicológico, emocional, social, afectivo, sanitario, educativo… que deben ser cubiertas de modo adecuado y sostenido en el tiempo. Estas necesidades son claves para que se puedan desarrollar y crecer con normalidad en las distintas esferas.

Se considera que una madre o un padre es negligente cuando:

  • No detecta las distintas necesidades o carencias que se dan en su hijo.
  • Las detecta o es sabedor/sabedora de ellas y aún así no las atiende, no lo hace con corrección o lo realiza de modo incompleto.
  • Antepone sus necesidades o prioridades a las del menor.
  • No identifica las auténticas necesidades de los más pequeños.
  • Aún sabiéndolas, no las atiende dándoles la prioridad que poseen.
  • No existe una supervisión por parte de un adulto responsable.

 

 TIPOS DE NEGLIGENCIA PARENTAL

  1. Negligencia física. Aquí se encuadrarían las condiciones que perjudican, impiden o limitan el correcto desarrollo físico del menor. Ya sea por una alimentación insuficiente, inadecuada…; protección de las inclemencias meteorológicas, una buena higiene y cuidado personal, descanso acorde a su edad, una buena higiene del sueño, correcto control de su salud, vacunaciones, revisiones periódicas, citas médicas o incidencias de urgencia o atención médica puntual. De hecho, es en el contexto médico y educativo donde se suelen detectar la mayoría de los casos de negligencia parental. Cuando se dan los indicadores de que existe clara sospecha de que el niño no está siendo adecuadamente atendido, hay que ponerlo en conocimiento de las autoridades competentes.
  2. Negligencia psicológica. Un modo de negligencia en este sentido sería no estimular adecuadamente sus capacidades cognitivas a través del juego, actividades con el grupo de iguales, juegos al aire libre, en parques… O bien impidiendo o no favoreciendo el desarrollo de su identidad y sus capacidades psicológicas y socioafectivas. En este tipo de negligencia está incluido el abandono y la desatención.
  3.  Negligencia educativa. Sería una negligencia no proporcionarles una educación adecuada desde la infancia. También una ausencia continuada en la asistencia a las clases cuando no existe un motivo justificado. La educación es obligatoria y gratuita (desde los 0 a los 16 años), por lo que sería además un delito la no escolarización de los menores.

La educación es un derecho básico de la infancia y un deber del adulto responsable. A través de ella se facilita que la persona se desarrolle en toda su potencialidad. No sólo transmite conocimientos y cultura. La educación minimiza la brecha social, permite el desarrollo integral de la persona. 

Los daños que resultan de la negligencia parental pueden llegar a subestimarse ya que no siempre son tan visibles como otros tipos de maltrato; y porque en muchas ocasiones están normalizadas y aceptadas socialmente. La investigación demuestra que la negligencia en etapas tempranas del desarrollo puede llegar a ocasionar daños severos, crónicos e irreversibles. Los estudios señalan que los daños emocionales causados en la infancia pueden llegar a ser más graves y persistentes que otros tipos de maltratos.

CONSECUENCIAS DE LA NEGLICENCIA PARENTAL

Al ejercer negligencia sobre un menor se suele desarrollar problemas en la autoestima, el autocuidado baja percepción de la valía personal, desamparo. Desarrollándose un modelo operativo interno negativo de uno mismo con malestar psicológico crónico, intenso y persistente con sintomatología depresiva-ansiosa, trastornos emocionales y de personalidad ya que las figuras de apego no aportaron seguridad ni cuidados.

La negligencia emocional (es un tipo de negligencia parental) genera una alteración del apego seguro que debería establecer el menor con sus cuidadores primarios; suele ser el origen de que llegue a desarrollar un trastorno reactivo de la vinculación de la infancia o niñez. Dicho patrón será tendente a mantenerse a lo largo de la adolescencia y la vida adulta salvo que se trabaje a nivel psicoterapéutico.

El DSM V (manual diagnóstico de los trastornos psiquiátricos) establece que “una desestimación permanente de las necesidades emocionales básicas del niño relacionadas con el bienestar, estimulación y afecto” están presentes en la negligencia emocional.

En estos casos aparecen problemas de autorregulación emocional, alteraciones de conductas, problemas en la regulación del estrés, de la adaptación social y dificultades en el desarrollo cognitivo y del lenguaje. 

La negligencia parental tiene graves y duraderas consecuencias para los menores ya que afecta a su desarrollo físico, cognitivo, emocional y social tanto a corto, como medio y a largo plazo.

Ya sean problemas físicos y de salud general como:

  • Retraso en el crecimiento físico. 
  • Retraso en el desarrollo cerebral y déficits neurocognitivos, problemas de aprendizaje, del lenguaje y atencionales. 
  • Autorregulación. 
  • Dificultad para mostrar emociones e interpretarlas. 
  • Trastornos conductuales y de habilidades sociales. 
  • Conductas de riesgo en el ámbito alimentario, consumo de sustancias, conductas autolesivas. 

El contacto físico afectivo, la validación, el consuelo, la presencialidad y la disponibilidad emocional de los cuidadores son experiencias necesarias que crean sensaciones de seguridad, protección y conexión. Si no sucediera, los niños aprenden que sus necesidades no son importantes y no son atendidas como ellos necesitan. 

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