No me escuchan
“NO ME ESCUCHAN; PARECE QUE HABLO CON UN MURO“
Es habitual escuchar decir a padres y profesores que los adolescentes “no les escuchan”. Y sí, es cierto. No nos escuchan. O al menos no nos escuchan con la atención e interés que quisiéramos. Directa o indirectamente, todos hemos sido testigos de esa mutación a nivel relacional.
Hace unos años la Universidad de Stanford inició un estudio con adolescentes y descubren que en torno a los 12-13 años el adolescente no presta tanta atención a las voces de los padres, figaras de apego en general y conocidos. Se sienten atraídos por las voces de los extraños ya que con ellas se activan redes neurales asociadas a la recompensa, lo que genera gratificación. Estos sistemas de recompensas se hallan en el Núcleo Accumbens y en la corteza prefrontal ventromedial.
Esa sensibilidad es un mecanismo biológico programado; está precipitado por una señal biológica subyacente. Los grandes simios como orangutanes, gorilas, chimpancés, bonobos, poseen una notable inteligencia y capacidad para explorar su entorno e interactuar con el hábitat. Estos grandes simios comparten con nosotros algo más que un pasado evolutivo y genética. Sorprende hasta qué punto mostramos conductas parecidas.
El interés por voces externas está ligado al proceso de construcción de la identidad individual. Al hecho de ser aceptados y valorados por otros grupos sociales fuera del ámbito familiar. Valorar esas voces no conocidas favorece su capacidad socializadora.
La adolescencia es una etapa compleja, imprescindible y crucial de la vida. Es la etapa que les transformará en adultos. Es la etapa en la que irán dejando los comportamientos propios de la infancia.
A escala neuronal se eliminan conexiones que ya no son esenciales; se lleva a cabo una poda neuronal a gran escala. El cerebro analiza aquellas conexiones que no usa (sinapsis) y las elimina. E irán produciéndose conexiones nuevas. Se conformarán nuevas redes neuronales.
Es contraintuitivo pero el descontrol emocional que muestran los adolescentes indica que están madurando emocionalmente. Y, ¿cómo madura.? Por ensayo y error. Ante cualquier situación, ensayan una respuesta emocional. Si funciona, la vuelven a repetir en contextos o situaciones similares. ¿ Que no funciona.? Nuevo ensayo. Así llegan a ser impredecibles en ocasiones. Así se madura en plena adolescencia.